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[ Helen escribió sus memorias en diciembre
2010. Para esta edición, hemos
cambiado levemente
la secuencia del texto,
y agregado fotos de la época.
Posteriormente ella ha agregado memorias adicionales.
]
Mi nombre es Victoria Eleonor Argentina Gooderham. Soy hija de Francisco Gooderham (1885-1941) y Jane Florence English (1891-1995), ambos de Suffolk, sobre el Mar del Norte en Inglaterra.
Nací en Río Gallegos, Gobernación de Santa Cruz, el 24 de Mayo de 1929. Recién a los 13 años descubrí cuales eran mis verdaderos nombres porque hasta ese momento siempre fui Baby Gooderham y Elena cuando me anotaron en la primaria.
Alguien en casa averiguó que para comenzar el secundario tenía que hacer el trámite y sacar Cédula de Identidad. Yo no llené ningún formulario, lo habrá hecho alguien por mí, pero cuando retiré la cédula vi con horror que decía Victoria Eleonor Argentina Gooderham. Cuando llegué a casa le dije a mamá que se habían equivocado y con aún más horror me enteré que efectivamente, esos eran mis nombres.
Me explicaron que Eleonor era el nombre de una de las hermanas de papá, Victoria por haber nacido el 24 de mayo día del cumple[años] de la Reina Victoria y denominado Empire Day (día del Imperio Británico) y Argentina por haberle chingado al 25 de mayo por un día a sugerencia del empleado del Registro Civil. Además, que yo sepa, Eleonor no existe, pero sí Leonor o Eleonora. En inglés es Eleanor.
Mi padre de joven en su pueblo natal, hizo su aprendizaje de Joyero/Relojero. Se estableció en Río Gallegos en el año 1910, en la calle Roca al 800 y luego en Roca 1057 [nota: cuando se circulaba por la izquierda la direccion del negocio fue Roca 1057 y cuando se hizo mano por la derecha el 10 de junio 1945, la dirección cambió a Roca 1056], al lado del Hotel París y frente al Banco de Londres, años antes conocido por el nombre de Banco de Londres y Tarapacá, que en 1905 fue, se dice, asaltado por Butch Cassidy y Sundance Kid.
Cuando papá se marchó de su pueblo natal primero probó suerte en el sur de Australia donde estaban construyendo el ferrocarril, pensando que habiendo mucha gente habría relojes para arreglar. Cuando llegó se dio cuenta que los obreros eran pobres y no tenían relojes, así que mi padre terminó también trabajando en la construcción de las vías, casi arruinando sus manos de artesano. Ahí decidió probar suerte en otra parte. Viajó a Sur América. Probó Paraguay que no le gustó porque hacía mucho calor, luego Trelew lleno de Galeses con otro idioma y mentalidad, que tampoco le gustó. Siguió para el sur y llegó a Río Gallegos.
Mamá, en 1915 y en plena primera guerra mundial, cruzó el Atlántico en un barco con sus luces apagadas porque muchas partes del Atlántico estaban minados, (barcos británicos hacían la travesía cargando carne y comestibles) para casarse con papá que la estaba esperando en Buenos Aires. Ahí se casaron y pasaron su luna de miel en el Hotel Jouston de la calle Corrientes 240. Luego tomaron otro barco para ir al sur y al desembarcar en Río Gallegos, lo que vio mamá fue un montón de casas construidas con chapa corrugada y preguntó, ¿dónde está el pueblo? Y la respuesta de papá fue: es eso que ves y es donde vas a vivir. Creo que nunca se le perdonó o que alguna vez frente nuestro haya sido cariñosa con él.
Recuerdo a mi papá como una persona en quien se podía confiar. La prueba es que los presos liberados de la cárcel en Ushuaia y que hacían escala en Río Gallegos iban siempre al negocio, recibidos por don Francisco que no hacía preguntas.
Papá amó la Patagonia y tenía muy buen trato con los Indios Tehuelches que venían al negocio. Yo lo quise mucho y sentía que era el único que entendía mi carácter rebelde. Falleció de cáncer el 21 de mayo de 1941.
Mi hermano George Ricardo Gooderham (fallecido) nació en junio 1918 también en Río Gallegos y mi hermana Sarah Francis (Sally) que aún vive (en Acassuso), nació en abril 1920 en Inglaterra, porque a mi madre le había ido tan mal cuando nació George que papá insistió que viajara a su pueblo natal para ese parto. Cuando me tocó a mí, ya se habría olvidado.
Sé que entre medio de los tres nació una nena, Fanny. Caminando por un viejo cementerio vi su tumba y cuando volví a casa y pregunté, lo único que mamá dijo fue confirmar que habido nacido otra niña pero que había muerto de muerte blanca a los 6 meses (1923). Más no pude averiguar porque en esos días de estas cosas no se hablaba y menos preguntar. Que yo sepa, su paso por la vida fue olvidado y su tumbita nunca visitada.
La otra persona en mi casa a quien yo quería mucho era el hermano de mamá. Se llamaba Víctor English, solterón, farrista y muy buena persona. Él y su hermana se peleaban mucho a causa de su estilo de vida. Víctor, que también había emigrado unos años después que mamá, vivía con nosotros en lo que era nuestra vivienda detrás del negocio. En una de las fotos adjuntas en el negocio se ve afuera un reloj que alguien se ocupaba con un bastón de moverle las agujas a gran disgusto de don Francisco, que nunca supo quién lo hacía pero que tenía sus buenas sospechas.
Mi primer idioma fue inglés y cuando me mandaron a la escuela primaria a los 7 años no hablaba una sola palabra de castellano, pero sí lo entendía. En casa no se hablaba castellano. La idea de mis padres era volver a Inglaterra pronto, así que no veían la utilidad. Cosa rara porque finalmente todos fuimos a parar al Colegio del Estado número 1. Integración no era algo que les cabía en la cabeza. Era algo así como: nosotros los ingleses y ellos los nativos y acá no nos vamos a quedar. Algo que no entiendo y creo que papá decía para conformar a mi mamá que nunca se adaptó o quiso el lugar, manteniendo la ilusión de algún día volver a su pueblo. Toda una contradicción porque lo recuerdo a mi padre como una persona muy humana y muy afectuosa, especialmente con los indios Tehuelches que venían al negocio.
Al poco tiempo de empezar a ir a la escuela, aprendí el idioma de mi país y es donde mejor aún hoy me puedo expresar especialmente en momentos de enojo.
La vida en mi casa era tranquila y sin sobresaltos. Mamá nos quiso a su manera y no creo que mi llegada fue planeada a sus 38 años. Leía mucho y no tenía mucha paciencia. Tampoco cocinaba muy bien y muchas veces se le quemaba la comida. Que yo recuerde sólo salía para hacer las compras de Navidad y quizá una vez más si era absolutamente necesario. Tampoco le interesó perfeccionar su castellano.
Interior, Relojería Gooderham, c1925 |
De muchas cosas me enteré escondida detrás de un sofá y escuchando a mis padres conversar y recordar sus primeros años patagónicos. Escuché un día con horror como recordaban a un amigo, un escocés llamado Bond, que cuando pobló su campo trajo ovejas de las Malvinas y que los indios se ocuparon de cortarles los garrones, inutilizándolos. Después de traer otro lote de ovejas del mismo lugar a gran costo y habiendo pasado lo mismo, Mr Bond contrató los servicios de unos mercenarios para que mataran indios. Sólo pagaba por indio si le traían a la estancia sus dos orejas.
La escuela secundaria del pueblo se inició el año que yo comencé, con profesores voluntarios. Al terminar tercer año no había profesores para cuarto año, entonces viajé a Bs. As. para terminar mi secundaria.
Cuando partí en avión de Río Gallegos a Buenos Aires el 7 de febrero 1947 la población sería de aproximadamente 9.000 habitantes. Las calles no estaban empedradas y me acuerdo muy bien que las veredas frente a las casas no estaban todas niveladas porque había que bajar y subir uno o dos escalones.
Nuestros vecinos eran españoles, los García. La hija menor se llamaba Pirucha y como era mal hablada a mi mamá no le gustaba que jugara con ella, pero yo no le hacía caso, además a la vuelta de la esquina le prestaba mi bicicleta, que tampoco me dejaba.
Entre los García y nuestra casa hubo durante un tiempo una curtiembre de cueros de nutria, guanaco, zorrino y zorro. Anterior a la curtiembre recuerdo el Pig and Whistle, un bar de la familia Davidson. Los nombres de algunos de sus hijos: Johnny, Gilbert, Rose, Jacky. Creo que había una hija más.
La mamá de las chicas de Castro era la partera del pueblo. Hay una calle con su nombre y hoy día poca gente sabe quién fue esta extraordinaria pionera. Era una mujer que los médicos llamaban para asistir a los partos. Una persona excepcional con una gran experiencia de vida. Nunca cobró por sus servicios y al contrario era ella que a las mamás sin medios les compraba los aritos cuando nacía una nena. La recuerdo como una mujer de estatura baja vestida de negro, pelo gris trenzado y enroscado y una cara calma y buena. Además de sus 3 hijas, tenía dos varones Pepe y Ramón.
Frontis, Relojería Gooderham, c1925 |
A los 15 años me hice amiga de las chicas Baya, Maria Elena y Maria Delia, dos y tres años mayores que yo. Una familia de dos chicas y 4 varones, Tito, Federico, Horacio y Rodolfo. El papá empleado de gobierno. Una familia maravillosa por lo generosa y buena donde me sentí muy bien recibida y que operaron un gran cambio en mi vida, mi cabeza y mi corazón. Les estoy inmensamente agradecida y si algo soy hoy día, es porque vi como funcionaba una familia criolla y lo bueno que era y es ser generoso en esta vida. De toda esta buena familia ahora no queda nadie. Maria Elena falleció hace 4 meses, pero por suerte ha quedado su hijo David, que es mi ahijado y estamos siempre en contacto gracias a poder hablar por teléfono y a pesar de vivir tan lejos el uno del otro, yo aquí y él en su estancia Laguna Esperanza.
En todo pueblo hay un loco y el nuestro se llamaba Rothschild y decían que era pariente de la familia tan rica y conocida. Era un borracho que cuando ya no le era posible mantenerse en pié, lo ponían en la cárcel por un mes. Salía reformado, pintaba cuadros para vender y el ciclo comenzaba de vuelta. Era un solitario que nunca molestó a nadie. Una noche de mucho frío se quedó dormido en la vereda de un bar y hubo que prenderle fueguitos alrededor del cuerpo para despegarlo porque se había quedado pegado a la vereda con la escarcha.
Otro personaje era un señor negro alto y corpulento, ex boxeador. Trotaba por el medio de la calle Roca, haciendo pases de boxeo. Sus guantes eran un par de medias viejas. Jamás molestó a nadie pero, no sé por qué, cuando uno lo veía, había que rascarse la rodilla derecha. Había otro personaje llamado Trinchant que vivía a la vuelta de casa con su mamá, una mujer sucia. A ése no había que hablarle y estaba recomendado salir corriendo si uno lo veía venir.
Me acuerdo muy vívidamente de los vientos patagónicos. Fríos, constantes y muy fuertes generalmente de más de 100 km por hora. Volaba mucho polvo y era como estar en un continuo arenado. Mi hermano siempre recordaba el día que mamá lo mandó a comprar a La Anónima a una cuadra de nuestra casa, para lo cual tenía que cruzar la calle España donde el viento corría fuerte desde el Sur hacia la playa y como era chiquito y no tenía fuerza el viento lo arrastró corriendo hasta que alguien lo paró. Uno instintivamente pechaba contra el viento al llegar a una esquina, costumbre que seguí teniendo por un tiempo cuando llegué a Bs. As.
Calle de tierra (sin fecha) |
Los veranos eran de días muy largos y los inviernos de días muy cortos. Muy difícil que no hubiera viento en cualquier época del año. En verano amainaba a la tardecita y las puestas de sol eran espectaculares, con rosados y turquesas/celestes tornasolados muy brillantes imposibles de reproducir. En diciembre, enero y febrero usábamos ropa de verano pero siempre con tapado.
Uno de los grandes eventos era carnaval, generalmente en febrero. Todo el mundo se disfrazaba y por la calle Roca se hacía desfile de carrozas (camiones decorados) y murgas. La marcha de murga tiene un ritmo muy particular y marcado por el que iba adelante sonando un par de platillos grandes. Todos saltaban de lado a lado a un ritmo brusco y muy marcado, cantando cosas picarescas sin ser demasiado groseras. Sólo me acuerdo de uno que decía: “La murga se compone por altos y petisos, es por eso que la llamamos la murga de los chorizos.” En los desfiles y bailes se tiraban serpentinas, papel picado y agua perfumada en pomos de plomo que tenían una etiqueta verde con una cara bonita y cabello enrulado. Siendo muy chica de unos 5 años, hasta hoy me acuerdo vívidamente estar parada en la vereda frente al negocio de la mano de papá y repentinamente ver como un hombre acuchillaba a una mujer. Papá me tapó los ojos y me llevó adentro enseguida y a pesar del tiempo transcurrido la imagen sigue estando.
El carnaval duraba una semana y los bailes se hacían a la noche en el cine teatro Colón. Sacaban las butacas y todo el espacio quedaba libre para bailar. No había una sola persona sin disfraz. Mi hermana generalmente era parte de un conjunto con sus amigas, las chicas de Castro. En la última noche de festejos se distribuían los premios. Un año el conjunto de mi hermana ganó primer premio. Ese año el disfraz consistía en pollera acampanada de tafetán color salmón decorado con pequeños moños negros, corset de terciopelo negro, un sombrerito (pillbox) pitucón también negro y colgado del brazo una caja grande de cartón para sombreros forrado de tafetán salmón.
Para ir a los bailes recién me dieron permiso a los 15 años. Mientras tanto, moría de envidia.
Joyería y Relojería Inglesa Gooderham, Calle Roca, c1935 |
Mi tío Victor English tenía 3 buenos amigos que trabajaban en el Bco. Londres y América del Sur que se llamaban Scotland, Ireland y Welsh, una coincidencia de nombres con el suyo English completando las 4 naciones que componen el Reino Unido. En el Carnaval 1935 estos 4 amigos y otro más se disfrazaron de Las Quintillizas Dionne que habían nacido en mayo del año anterior en USA. Se ingeniaron para conseguir 5 cochecitos de bebé de los antiguos, camisones, bonetes de bebé, mamaderas y chupetes. Por supuesto que rebalsaban de los cochecitos pero fueron empujados al baile por amigos y recuerdo haberme reído mucho junto con el resto de la gente. Si bien yo sólo tenía 5 años la imagen aún la mantengo fresca.
A la semana de finalizado el carnaval había otro festejo con un gran baile y se llamaba Micareme. He buscado en el www pero no encuentro ninguna referencia que se refiera a esta festividad.
Había un solo cine, el Cine/Teatro Colón. Durante el resto del año había función los fines de semana, matinée y noche. El dueño, no sé por qué razón una hora antes de cada función hacía estallar una bomba de estruendo y a la media hora tocaba una sirena, que era la misma que se usaba cuando había un incendio. Esta era la última señal que faltaban minutos para comenzar la función. A mí me daban 60 centavos una vez por semana para ir a la matinée ya sea del domingo o del sábado. De nena iba con mi hermana y sus amigas, que me tapaban los ojos cuando daba miedo o había escenas no propias para mí. En la última fila de atrás, se sentaban las parejitas. Nosotras, no sé por qué, siempre nos sentábamos a los costados, entrando por el pasillo de la derecha. La proyección de las películas era en actos que duraban unos 15 minutos y se prendían las luces mientras el proyeccionista cambiaba los carreteles. Se apagaban las luces y comenzaba de vuelta la función y las parejitas en la fila de atrás, volvían a acomodarse.
Los pósters de las películas por verse los ponían a los costados en las paredes de la sala. Uno se cansaba de mirarlas porque las películas que prometían tardaban 2 años o más en llegar. Las amigas de mi hermana, las chicas de Castro, (Tona, Cuca y Rosa) entraban gratis porque la mamá, Doña Casimira, era parienta del dueño. Una vez por año había función gratis, al cual nos era prohibido ir porque dos veces por semana ir al cine hacía mal a la vista y no era cuestión de guardarse los 60 centavos e ir a la función gratis. Además iba toda la gente pobre del pueblo que no tenía plata para ir a las funciones regulares y no fuera que a uno lo vieran de pobre.
En invierno se escarchaba una laguna que se llamaba María La Gorda, que aún existe y es ahí donde íbamos a patinar. Cuando se congelaba, había gente que le gustaba manejar sobre el hielo frenando de golpe y haciendo piruetas con el auto descontrolado. Los autos eran Ford T o Ford A. Había otra laguna llamada Ortiz, pero quedaba más lejos y estaba después de los cuarteles y antes del aeropuerto.
Los que patinábamos hacíamos una fila larga de unos 10 tomados de la mano. Patinábamos lo más rápido posible y el de una punta paraba de golpe, clavaba el patín, la fila empezaba a girar y el último salía disparado como cohete. Los últimos de la fila siempre eran varones porque siempre había caída.
Había un colegio de Monjas, Maria Auxiliadora y un colegio Salesiano de Curas, el Don Bosco. El tratamiento para curas y monjas era correr al buzón de la esquina y gritar FIERRO! y tampoco sé por qué. El cura a cargo del Don Bosco era el Padre Méndez, que decían que alguien lo había visto, que cuando viajaba a Buenos Aires se vestía de civil para mirar a las chicas.
A las chicas que iban al colegio de monjas, les era prohibido ir a la plaza a jugar o jugar en las [h]amacas, tobogán o subibaja. Si divisaban una monja, las chicas salían corriendo para sus casas porque al día siguiente habría reto si las llegaban a ver.
Panorama de Río Gallegos, foto de Francisco Gooderham |
Recuerdo el director de la escuela primaria Zenón Dávila y también con mucho cariño a dos de mis maestras de 5to y 6to grados, María y Elena Mignone. Todos los maestros y maestras de la primaria los mandaban desde Buenos Aires, todos dedicados educadores que nunca recibían a tiempo sus sueldos que eran mandados desde Buenos Aires y llegaban con meses de atraso. Las hermanas vivían en el Hotel Londres cerca de la playa y el hotelero las dejaba hospedarse sin cuestionar los pagos tardíos. Seguramente era su contribución a una buena causa. En ese momento Santa Cruz era gobernación. La República consistía de l4 provincias y 10 gobernaciones. En el noroeste estaba la Gobernación de Los Andes, su capital San Antonio de los Cobres, que finalmente fue dividida y las partes anexadas a las provincias de Jujuy, Salta y Catamarca. Otros maestros en mi recuerdo son el Sr. Fiori mi maestro de 7to grado y el Sr. Mirandai, maestro de música. Su hija Mercedes fue mi compañera de grado.
Negocios que recuerdo: La Libanesa, tienda. La Favorita, almacén. Markich hermanos, verdulería. Casa Alegre, tienda. La Anónima, ramos generales, Carnicería Lara, Farmacia Puig (el dueño era un señor Catalán), Farmacia Pérez, Farmacia Banciella, Bar Conin, Foto Roil. Argüelles, oficina que administraba campos. Oficina Gallie, idem. Oficina Elbourne, idem. Casa Gallardo, almacén y verdulería. Topcic, librería. Bienvenido Casal, pinturería. Doña Manola Garcia, modista, la mamá de Pirucha. Ferretería Tanarro. Almacén Méndez. Frigorífico Swift. Hotel París, Hotel España, Hotel Argentino del Sr. García Fueyo (tío de Alice, mi cuñada). Hotel Colón. Fotos Huerta. La Feria Franca, tienda de la familia Menache (sus hijos Raquel, Ezequiel, Marilú y Rubén). Salgado, zingueria. Tienda Almirante Brown. Hotel Covadonga. Almacén Soto. Bar Guirado. También el Club Hispano Americano.
The Swan era un hotel/bar y los dueños Mr and Mrs. Coleman. Jackie el hijo era un poco mayor que yo. Un año bailé mucho con él en el Carnaval en el Boxing Club.
Hotel Swan |
En los años 30 el dueño del bar Conin fue a la cárcel por algo turbio que había hecho y no tenía plata para pagar a un abogado para que lo soltaran. La esposa cuando lo fue a ver le dijo que tenía plata guardada y él sorprendido le preguntó: ¿de dónde? Ella le contestó que hacía años que a los parroquianos borrachos del bar les venía dando plata de menos en el vuelto y además se guardaba las propinas y que tenía dos latas de kerosene llena de monedas. Conin aceptó encantado, pero cuando volvieron a la casa a la mujer le dio una gran paliza por habérselo ocultado todo ese tiempo.
Fue un momento muy importante cuando se estableció en las afueras del pueblo en junio 1942 la Guarnición del Regimiento 24 de Infantería Mecanizado al mando del Jefe el Mayor Felix Targón. En diciembre 1943 el regimiento recibió de Las Damas de Río Gallegos su primera Bandera Nacional de Guerra marcando, por así decirlo, la aceptación del pueblo de los cuarteles. Al establecerse el regimiento los jóvenes del pueblo dejaron de viajar a Comodoro Rivadavia para hacer su servicio militar obligatorio a los 20 años. Las mamás del pueblo, contentas de tener a sus hijos cerca.
A mediados de los años 30 empezó un servicio aéreo que se llamaba Aeroposta que volaba todos los domingos haciendo escala en toda la costa, llegando hasta Ushuaia. Era un bimotor de chapa corrugada, un Junkers alemán. Partía de Pacheco en la Prov. de Bs. Aires y tardaba 12 horas en llegar a Río Gallegos.
Había también dos barcos que hacían la costa, el José Menéndez y el Asturiano que llevaba carga y pasajeros, partiendo del Puerto de Buenos Aires y parando en todos los puertos patagónicos a partir de Bahía Blanca hasta Ushuaia. Traía pasajeros, fruta, verduras, correspondencia y muy especialmente………revistas! El Tony, El Leoplán, Para Ti, Tit Bits, Patoruzú, Chabela, Maribel, El Alma que Canta y otros que no recuerdo. Mi favorito era El Tony con la historieta Mandrake el Mago con su asistente un negro enorme. Para los grandes era la revista Ahora, con los crímenes y escándalos de la Capital. Como los barcos venían una vez al mes, llegaban siempre varios números atrasados, así que había que combinarse con amigos para hacer compra e intercambio, porque nunca había plata para comprarlos a todos. La librería al que íbamos era de un tal Kirchner, tío del ex presidente Argentino.
Desembarque de pasajeros en la playa, c1918 |
El gran acontecimiento era la llegada de los barcos que venían 2 veces al mes y que anclaban lejos de la costa. Íbamos a la playa para ver como desembarcaban a sus pasajeros en una chata que se movía mucho y bajaban con un aspecto muy amarillento ya que la maniobra no era fácil y el río encrespado. Por supuesto íbamos siempre para ver si bajaba gente desconocida, especialmente alguna familia con hijos para que trajeran nueva vida al pueblo, o sea, otros chicos con quien jugar. Esto no pasaba muy seguido. Una vez llegó un matrimonio con una hija de unos 12 años que, no estando preparados para tanto frío, la mamá le había puesto 2 sobretodos, que nos pareció muy original.
La estación de radio era LU12 de Río Gallegos, fundada en 1938. Los locutores, Sr Parodi, el Sr. Balbuena, también maestro de la escuela primaria. La locutora, Srta. Cuiñas que su papá tenía negocio de librería y golosinas en la calle Roca yendo hacia el frigorífico Swift. Después del frigorífico estaba el basural del pueblo.
Había 3 médicos en el pueblo. Los mayores Dr Julio Ladvocat y Dr Benigno Carro. El más joven se llamaba Pablo Borelli quien, después de quedar viudo, se casó con Annie Westhead, hija de un señor empleado en la administración del frigorífico Swift. Los dentistas permanentes fueron el Dr Dunster y el Dr Ángel Carnota.
Haciendo la costa llegaban en febrero médicos especialistas de Buenos Aires. No recuerdo los nombres de los dos otorrinolaringólogos, pero sí que uno atendía en el Hotel España en la calle Sarmiento y el otro en el Hotel Paris. La mayoría de los pacientes eran niños y por mas que fuera doloroso la extracción de las amígdalas lo bueno era que por un día solamente se podía comer helado! A mi no me tocó las amígdalas pero sí el Dr Kurlat, médico oculista que también por poco tiempo atendía en el Hotel Paris y recetó anteojos para curar mi estrabismo. Los anteojos hubo que pedir que los mandaran desde Buenos Aires.
A mediados de los años 30 la sucursal del Banco de Londres y América del Sur fue asaltado en Puerto Santa Cruz. Mr. McQuibban era el gerente inglés que vivía pegado al banco con su mujer y 3 hijos. Los asaltantes se llevaron mucha plata y fue un misterio durante muchos meses saber quiénes fueron los 2 asaltantes. Mr. McQuibban había sido golpeado y no les pudo ver la cara porque tenían la cara tapada y no había ninguna persona en el pueblo para sospechar. Mientras tanto dos jóvenes del pueblo habían partido para Bs.As., pero nadie los vinculó al hecho porque eran miembros de familias locales muy conocidas y respetadas. Cuando volvieron de Bs.As. cometieron el error de mostrar todo lo que habían comprado. Ahí el Comisario del pueblo comenzó a sospechar y muy pronto los hicieron confesar. Fueron traídos a la cárcel de Río Gallegos y luego sentenciados.
Al poco tiempo escaparon habiendo primero acuchillado a un guardia pero fueron apresados, baleados y matados por policías muy cerca del pueblo. A papá le pidieron que sacara fotos de los cuerpos baleados y del cuchillo. Estas fotos fueron para mí durante mucho tiempo una fascinación y cuando podía las miraba escondidas ya que conocía muy bien en el negocio los lugares donde papá escondía las cosas.
Entre los efectos que pudieron rescatar traídos de Bs. As. había una hermosa valija neceser de cuero de chancho que contenía utensilios de tocador de cristal y plata y que el juez le trajo a papá para que pudiera venderlo para contribuir a los gastos del juicio. La valija tenía un forro de loneta marrón con esquineros de cuero y una plaqueta de cuero sobre la tapa con las iniciales de uno de los malhechores. Las iniciales eran E.G.L. por Emilio Gustavo Lajous. Papá descosió esta plaqueta y me la regaló. Esa plaqueta hoy día está en en las buenas manos del Sr. Oscar Satriano, Alberdi 620, coleccionista de antigüedades y folclorista de la localidad de Escobar, Prov. de Buenos Aires, a quien un día le hice este relato, quedando muy interesado y que se ha propuesto un día visitar Puerto Santa Cruz y ampliar mi narración.
El Gobernador Juan Manuel Gregores ejerció su mandato de 1932 a 1945. El 21 de septiembre de 1932, es nombrado Gobernador del Territorio de Santa Cruz por el Presidente de la Nación, Agustín P. Justo. A principios de 1933, instaló el primer taller radioeléctrico de la Patagonia, el cual contaba de aparatos de recepción y transmisión, ubicados en puntos estratégicos y que permitieron una comunicación regular con la Gobernación. La estación central de radio se localizaba cerca de Río Gallegos, en Río Chico, alcanzando a cubrir, con estaciones secundarias, gran parte del territorio santacruceño.
Este avance tecnológico trajo nueva vida, especialmente a las estancias. Lamentablemente las conversaciones nunca podían ser privadas, porque las líneas eran abiertas y todo el mundo podía escuchar, lo cual en muchos casos trajo serios inconvenientes gracias a indiscreciones en las conversaciones.
El Gobernador Gregores fue una persona querida y respetada por todos y que uno podía ver caminando por el pueblo como cualquier otro ciudadano. Era sabido que cuando no llegaban las partidas de dinero para los sueldos de los policías, él los pagaba de su propio bolsillo.
En el año 1937 se hizo la primer carrera al sur de turismo de carretera. Todo el pueblo hervía de entusiasmo incluido mi papá porque era un evento nuevo, distinto y nunca visto y los chicos nos enteramos que los autos iban a pasar a toda velocidad por la calle Roca, donde estaba el negocio de papá. Realmente una maravilla de acontecimiento.
Esta era una carrera que se iniciaba en Buenos Aires desde el ACA [Automóvil Club Argentino] y Río Gallegos, por ser una de las metas, era algo muy especial. Recuerdo nombres de corredores tales como los hermanos Dante y Torcuato Emiliozzi, Froilán González, Eduardo Coppello, Juan Cruz, Tadeo Tadia, Suppici Sedes, Rodrigo Daly, Ernesto Blanco, los hermanos Oscar y Juan Gálvez (Ford) y por supuesto, Juan Manuel Fangio (Chevrolet) que años después fue varias veces campeón mundial de Fórmula Uno en Europa. Esto viene a cuento porque la hija mayor de nuestra vecina Manola García se había casado con un empleado del Banco Nación llamado Pagé (pronunciado Payé) de Balcarce, y Fangio era de la misma localidad y amigos y por supuesto Fangio (1911-1995) los visitó y yo lo vi entrar a la casa de los García. Mucha gente del pueblo también se acercó para ver a este extraño bravo piloto que venía también de visita sin sospechar que más adelante sería tan famoso.
Gracias a la nueva estación transmisora el progreso de la carrera era transmitido desde las estancias que podían divisar la ruta desde sus casas. Uno de los estancieros que transmitía era Mr. Dickie porque su casa estaba muy bien ubicada para ver a los autos venir desde muy lejos y luego por un buen tiempo perderse en la distancia. El problema con Mr Dickie era que su entusiasmo era tal que sus relatos los matizaba con muchas malas palabras en un castellano con fuerte acento inglés, cosa que en esa época causó mucho horror pero también entretenimiento.
El British Club fue fundado en abril 1911. Por muchos años solamente súbditos británicos o sus descendientes podían ser socios o ingresar al edificio. Afortunadamente esto cambió durante la Segunda Guerra mundial. En el año 2001 el edificio fue declarado lugar histórico. El nombre de mi padre figura en la placa recordatoria. La www brinda más información sobre el club, que localmente era conocido como Club Inglés; en casi todos los casos cualquier persona proveniente de las islas británicas era considerado inglés.
Celebración del Día del Imperio Británico, 1938 |
Todos los 24 de mayo la comunidad británica celebraba en el British Club el cumpleaños de la Reina Victoria. Había comida rica, juegos y también regalos para todos los chicos, por supuesto comprados por nuestros padres, pero que todos estábamos convencidos que los mandaba Queen Mary y George V, a quienes imaginábamos pasando horas envolviéndolos y poniéndole a cada regalo nuestro nombre, algo así como Papá Noel.
Un año en que Mr Bond había tenido una muy buena parición de corderos y una muy buena esquila, le pidió a papá que para su esposa le encargara a Buenos Aires una cartera negra con todos los herrajes en oro 18 kilates. Recuerdo haber visto la famosa cartera y pensado que no era para tanto, a pesar de que a mamá le pareció un gesto muy generoso de parte de un marido. Mrs Bond era criolla y muy sencilla y cuando venía al pueblo que no era muy seguido, le visitaba a mamá pero nunca me pude enterar si le había gustado o no el regalo.
También recuerdo haber escuchado que en los años 20 del siglo pasado, la estancia en Punta Loyola perteneciente a Hamilton and Saunders fue asaltada en un momento en que sus dueños se habían ido al pueblo.
Los ladrones pudieron abrir la caja fuerte y llevarse todo el contenido de libras esterlinas en monedas de oro y papeles entre los cuales habia un montón de billetes libras. En ese momento las libras esterlinas papel estaban impresas en papel biblia de muy buena calidad.
Cuando volvieron los dueños inmediatamente buscaron peones baqueanos para tratar de alcanzar a los ladrones. Por suerte uno de ellos había tenido diarrea causando demora en la fuga y habian tenido que parar muchas veces. Fue fácil encontrarlos porque el afectado, desconociendo su valor había utilizado billetes como papel higiénico que habiendo quedado atrapados en la mata verde facilitó seguirles el rastro y poder apresarlos.
Al lado del negocio de papa estaba el hotel Paris y sus dueños, una pareja de españoles, siempre fueron para nosotros Mr and Mrs Paris. Nunca supe cual eran sus verdaderos apellidos. Este era el mejor hotel del pueblo donde paraban durante el verano algunos de los que llamábamos “los viajantes” que siempre eran los mismos conocidos que representaban firmas en Buenos Aires. Recorriendo la costa llegaban hasta Tierra del Fuego, tomando pedidos de mercaderías para los negocios que después en encomiendas contra-reembolso llegaban por barco unos meses después desde la Capital.
Un año apareció un “viajante” nuevo, o sea, que nunca había estado antes y se quedó en el Hotel Paris. Salió de viaje hacia el Sur dejando en su cuarto un baúl muy pesado y dijo que volvería dentro de 10 días y que a su regreso saldaría su cuenta. Como al cabo de 2 meses no dio señales de vida, Mr and Mrs Paris decidieron abrir el baúl y la gran sorpresa fue que estaba vacío y clavado al piso.
En los años 30 el capataz de una de las estancias cercanas al pueblo se llamaba Mr R. Vivian con él su esposa Mrs R, su hija Elsie y el hermano de su esposa que un día decidió escribirle a parientes en Alemania para que hicieran los trámites para conseguirle una esposa y mandó una foto carnet donde se mostraba muy presentable. Finalmente la joven que aceptó la propuesta viajó a Río Gallegos. Cuando llegó después de tan largo y tedioso viaje recién ahí se dio cuenta que el pretendiente se había olvidado de decirle que había perdido un brazo en un accidente de trabajo y por supuesto en cuanto pudo se volvió a su patria.
Miembros de Familia Gooderham con Tehuelches, verano 1929 |
Como todas las estancias dependían de la venta de su lana, todos los años después de la esquila venían desde Buenos Aires los compradores de lana que eran expertos en saber seleccionar, catalogar y comprar este muy preciado producto. Para esto se quedaban unos cuantos días como huéspedes en la casa del administrador de la estancia visitada.
A uno de los compradores que era muy simpático (lo llamaremos Mr. G) le encantaba estas visitas, pero después de su partida siempre faltaban toallas, sábanas y uno que otro adorno. Los administradores no decían nada para no ofenderlo pero, un año, uno de ellos, cansado de que le faltaran cosas y antes de que llegara Mr G, le tendió una trampa en el dormitorio, poniendo un juego de plata sellada de tenedores y cuchillos en el aparador de su cuarto. Así pudo tentarlo y desenmascararlo al pedirle que abriera su valija el día de su partida. Mr G no volvió más a esa estancia.
En el pueblo vivía Mr. W, jubilado como capataz en una estancia. A su esposa Mrs W la recuerdo como una persona vestida de negro, de mediana estatura, flaquita y muy parecida a la señora en la tapa de las latas de Mazawattee tea. Sus 5 hijas y dos hijos tuvieron una vida muy cuidada y protegida. La hija mayor fue mi madrina y teniendo mucho más de 30 años tuvo que fugarse de su casa para poder casarse; ni enterados estaban los padres que estaba de novia con Mr A, un señor inglés que trabajaba de capataz en una estancia bastante alejada de Río Gallegos.
Mrs W había tenido a todos sus hijos cuando vivían en el campo. Cuando llegaba el día del parto ya tenía preparado un cuero de oveja mullido bien limpio. Sola en su dormitorio se arrodillaba, con los brazos apoyados sobre la cama, y cuando nacía el bebé que caía solito sobre el cuero de oveja, recién entonces le llamaba a su marido para que entrara al cuarto y cortara el cordón umbilical. De ahí en adelante ella tenía que arreglárselas sola. Todos sus hijos nacieron sanos y sobrevivieron.
Sé que hubo parejas de recién casados que teniendo algunos ahorros fueron a Puerto Natales para su luna de miel. No había transporte así que el viaje se hacia en taxi con otras personas para alivianar el gasto y no siempre se hacía justo después del casamiento por lo poco usual. Yo sólo recuerdo a dos parejas que hicieron ese viaje.
Los hermanos de Helen Gooderham, c1939 |
Hablando de transporte, me acuerdo haberla oído contar a mi mamá que a su regreso en 1920, después de haber nacido mi hermana en Inglaterra, el barco que la trajo de vuelta atracó en Puerto Natales. De ahí con otras personas viajó a Rio Gallegos en auto, un Ford T — descapotado porque hubiera embolsado el viento y se podría volar el capó si se dejaba puesto. Como era invierno la arroparon en quillangos, ella sostuvo a la bebé con su brazo izquierdo y con la mano derecha sostuvo su sombrero todo el tiempo para no perderlo. Era impensado siquiera considerar la posibilidad de no usar sombrero. Cuando llegó a Río Gallegos mi pobre madre estaba prácticamente congelada; alguien le sacó del brazo a Sally y se acordaba haber quedado inmovilizada en esa misma posición por un buen rato hasta volver en calor al reparo de las casas.
Recuerdo uno de los Gymkhana (al que le interese puede buscar el significado en la web) que se organizó en la estancia Güer Aike durante la segunda guerra mundial para recolectar fondos para mandar a Inglaterra. Para uno de los entretenimientos habían clavado en la tierra cuatro estacas de 2 mts de alto a unos 3 o 4 metros de cada uno formando un cuadrado; y de las cuatro estacas pendía una soga, y cada soga estaba atada a un barril vacío de vino que quedaba suspendido del piso. La idea era simular un potro al que se le había puesto un recado como montura y un par de estribos. En cada soga se ponía uno o dos de los jóvenes locales. La cuestión era que cada uno sacudiera su soga violentamente y se le daba la oportunidad al que se animara a “montar al potro” para demostrar ser buen jinete y destreza para domar.
Ante la risa y diversión de los concurrentes muchos de los muchachos que se animaron fueron “tirados” casi inmediatamente porque las sacudidas eran muy violentas.
Doris Halliday, hija de estancieros en sus tempranos años 20’s, mujer de campo, fue la única mujer que pidió subir y duró a la par del mejor hombre de ser volteada, a pesar de la poca clemencia que le tuvieron los que sacudían. La recuerdo con rebenque en mano y la admiración de los presentes que poco se lo esperaban.
Siendo muy chica recuerdo un evento en los años 30, que fue tema de conversación por mucho tiempo: la llegada de Hubert Wilkins que aterrizó en un avión en la pampa en las afueras de Río Gallegos. Lo vi en el negocio con su casco de cuero de aviador y papá encantado de tener la visita de una persona que iba camino a la Antártida. Ahora gracias a Wikipedia me entero que fue no solo piloto y explorador polar pero también ornitólogo, geógrafo y fotógrafo.
Esto también dio motivo a que papá hablara muchas veces de haber recibido en un año anterior la visita de otro explorador llamado Gunther Plüschow. Sacó muchas fotos, pero dónde han ido a parar no lo sé.
En uno de los Carnavales se organizó en el Hotel Paris un baile de disfraz con el tema “Una Noche en Hawai” y quien tuviera el mejor disfraz recibiría un premio. Mi hermana Sally que tendría unos 20 años por supuesto iba a concursar.
Como para confeccionar la pollera era imposible pensar en conseguir rafia, entonces mi tío Víctor tuvo la idea de ir a la Ferretería Tanarro y comprar muchos metros de soga gruesa que cortó en pedazos del largo de una pollera. Entre todos lo desenredamos quedando la soga separada en hilos y mi hermana los fue cociendo a una tira de género grueso como cintura. Usó la máquina Singer con manija a mano, ni siquiera a pedal, que mamá había traído de Inglaterra heredada de una vieja tía. Las guirnaldas de flores para el cuello fueron hechas con papel crepé de muchos colores y para completarla usó una blusa de color. El disfraz quedó perfecto, además mi hermana era muy linda y teniendo yo 9 años menos no veía el momento de quizá un día parecerme a ella.
Al día siguiente de la fiesta me enteré que por votación de los jueces Sally fue consagrada Miss Hawai. El joven encargado de oficiar de maestro de ceremonias, en el momento de entregarle el premio, no tuvo mejor idea que decir : “ y ... el primer premio vaaaaa … a la señoritaaaaa … Joderan! ”
Sabiendo que el apellido es Gooderham y como mi padre tenía uno de los pocos negocios de librería y el único de relojería en el pueblo de tan pocos habitantes, todos nos conocían y sabían decir nuestro apellido.
Fue un chiste de muy mal gusto (en inglés se diría “he got a cheap laugh”) por más, digo yo y pensándolo ahora, que quizá en algún momento se haya sentido despechado por ella. ¡Pobrecita mi hermana!
Mi tío Victor volvió un día del British Club y contó que Mr Gallie recién habia vuelto de Buenos Aires; había estado en el famoso cabaret TABARIS y bailado con la espectacular vedette Josephine Baker. Me parece que ese día en el Club hubo muchas señales de admiración y envidia!
Mamá durante muchos años usó corsé de marca Mistinguett. Más o menos cada 2 años nos mandaba a mi hermana o a mí, a la tienda de la señora Gavatt en la calle Roca, camino hacia el frigorífico Swift. Traíamos 3 o 4 cajas alargadas cada una conteniendo un corsé color salmón lleno de ballenas y cordones. Mamá elegía uno y cuando lo estrenaba había que escuchar sus lamentos de cómo las ballenas la hacían sufrir. Se ve que había que amansarlo como a un par de zapatos nuevos.
Nunca fui de buen comer y para compensar la falta de nutrición diariamente tenía que tomar una cucharada de un tónico que se llamaba Glefina. Capaz que todavía existe. El tónico se compraba en la farmacia Puig.
Una vez al año venía a Río Gallegos una pareja de Puerto Santa Cruz. Mr. M. administraba una estancia y su esposa era muy conocida en la zona porque tenía gallinas muy buenas ponedoras. Quien llegaba a pasar por la estancia siempre le pedía una docena de huevos para sus gallinas cluecas. Esta señora, muy celosa de sus gallinas, siempre daba la docena de huevos pero antes les daba una hervidita. Me acuerdo de la indignación de mi mamá cuando Mrs. M. se lo contó.
Había 2 publicaciones en el pueblo, el diario La Mañana de Juan Hilarión Lenzi y La Unión, que no recuerdo el nombre de su dueño, pero sé que su casa estaba en la esquina de Zapiola y España. Fui muy amiga de Lila Lenzi, hija de Juan Hilarión.
Un día entró al negocio un señor de cierta importancia en el pueblo y eligió un reloj de bolsillo, marca Omega, y una cadena de plata para usar en el bolsillo del chaleco de su traje con la cadena abrochada a uno de los ojales. En el momento de tener que pagarlo le dijo a mi papa que en unos días pasaría y saldaría la cuenta. Pasó un buen tiempo y siempre decía lo mismo: “en estos días paso y le pago”. Fueron pasando los días, las semanas y los meses hasta que un día papá se cansó de esperar y la próxima vez que lo encontró en la calle, le sacó el reloj del bolsillo del chaleco, desabrochó la cadena del ojal y le dijo: “esto es mío”, ante el asombro del hombre!
Un día vino un pescador al negocio y le vendió a papá un pingüino. Me acuerdo haberlo visto caminar balanceándose de un lado al otro y papá guiándolo hacia el patio atrás de la casa. El animal se escondió en una esquina detrás de un barril grande donde mamá juntaba agua de lluvia. No sé por qué razón, papá sacó un lápiz de su bolsillo y se lo acercó al pico. El pingüino se lo partió en dos y esto colmó la paciencia de mamá y papá salió rápidamente a buscar al pescador para devolvérselo.
Teniendo solo 10 años recuerdo claramente el día que mi papá me dijo en secreto la forma como marcaba los precios de las mercaderías, o sea el precio de venta y su costo, uno al lado del otro en unas etiquetas que colgaban de un hilito. Para el precio de venta usaba los números tradicionales pero el precio de costo era el secreto y la clave era una palabra que había inventado y era FERCHOMANX, o sea que la F era 1, la E era 2, la R era 3 y así sucesivamente.
Espero que no cause molestia lo que voy a contar. Un día me di cuenta que a veces, cuando venían al negocio ciertos amigos, mi papá iba a la caja fuerte y les mostraba unas postales. Nunca le di importancia, pero un día me picó la curiosidad y no fue nada difícil aprovechar un descuido de papá con sus llaves y pude ver de qué se trataban estas postales. Eran fotos semicoloreadas de señoras para mi nada jóvenes en varias poses vestidas en ropa interior de camiseta, corsé muy ajustado, botines con cordones, un pié apoyado en un banquito y las manos en las caderas, y otras paradas con los pies separados y las manos detrás de la cabeza. Nada de desnudos. Yo me pregunto si papá alguna vez la vio a su esposa en ropa interior o mas aún sin ropa para que esto le pareciera interesante y qué les pasaba también a sus amigos?
Estando en cama con sarampión, recuerdo el día que papá muy triste le dijo a mamá que había escuchado por la radio que Carlos Gardel había fallecido en un accidente en Medellín. Fue el 24 de junio de 1935. Bastante seguido pienso en mi papá con mucho afecto y cariño, contenta sabiendo lo mucho que amó su país de adopción, sus costumbres, su música y tradiciones. También pienso en mi mamá, que falleció a los 104 años nunca habiéndose adaptado a este país tan lejano del suyo y si alguna vez se arrepintió de haberlo acompañado a papá en su gran aventura.
Cuando falleció mi papá, excepto yo por ser aún una niña, mamá y mi hermana usaron luto y hubo que comprar anilina negra marca Colibrí y lo que se podía teñir se puso en una gran tinaja de hojalata que quedó en remojo por todo un día. El luto lo usaron por dos años y después se cambió a un año de ropa gris, con la concesión de poder tener un cuellito y puño blanco en los vestidos. Por el tiempo estipulado mi hermano usó corbata negra y un brazalete que era una tira de cinta negra cosida en una de sus mangas, la izquierda, el lado del corazón.
Dorotea Susalek, hija de alemanes era muy linda, rubia y con trenzas, era mi buena amiga y nos juntábamos para jugar; pero el día en 1939 que Gran Bretaña le declaró la Guerra a Alemania mis padres me dijeron que ya no podía jugar más con mi amiga. El problema para mí era cómo iba a decírselo a Dorotea. Ese mismo día estando en la vereda de mi casa la vi venir por la vereda de enfrente por el reflejo en la vidriera del negocio y pude ver que ella no me miraba; y ahí me di cuenta que la razón era que a ella también le habían dicho que teníamos que dejar de ser amigas. Aún ahora pienso: qué habrá sido de la vida de mi amiga Dorotea y me gustaría que supiera que siempre la he recordado con mucho cariño y que también pienso qué errados estaban nuestros padres. ¿Se habrá acordado alguna vez de mí?
Durante la guerra era de rigor a la tarde escuchar las noticias por la BBC de Londres. A cierta hora por onda corta en nuestra radio a válvula, marca Marconi, que tenia un ojo verde, se escuchaban las campanadas del Big Ben al dar la hora y había que mantener silencio porque la transmisión nunca era buena por las descargas. Muy seguido por la BBC, escuchábamos una telenovela “The Robinson Family”, ahí nos enterábamos como se vivía en Londres con los bombardeos, casas y hogares totalmente destruidos, la vida diaria con precarias raciones, falta de medicamentos, la espera de noticias de seres queridos, fallecimientos, nacimientos, casamientos y también de alegrías cuando regresaba de franco y del frente de combate un ser querido.
Papá tenia un mapa en una de las paredes con alfileres de distintos colores para marcar los avances y retrocesos de las fuerzas aliadas. Lamentablemente falleció sin saber el resultado final.
Enseguida que terminó la guerra Mr. Elbourne, un señor que vivía en el pueblo de unos 50 años de edad, viajó a Inglaterra y volvió casado. Su esposa que había pasado por toda la guerra, había perdido su casa y terminó viviendo en un garage. Fue invitada a un casamiento en el pueblo y se le llenaron los ojos de lágrimas cuando no pudo desprenderse del arroz que le habían dado para tirarle a la novia. El racionamiento siguió por varios años después de la guerra.
En las estancias el personal consistía de un administrador generalmente casado y con hijos, un capataz (posiblemente también con familia); a veces, un joven aprendiz que era hospedado en la casa del administrador o con el capataz, y que lo llamaban un “jackaroo” (término australiano para aprendiz de campo), y los peones que raramente iban al pueblo. Quienes bajaban al pueblo en camión y no tan seguido, para hacer las compras eran generalmente los de cierta jerarquía en la estancia. Todo esto también dependía del estado de las huellas, o sea, los caminos de tierra (“tracks” para los gringos), con Vialidad Nacional haciendo lo que podía: en invierno muchas veces los caminos principales y los de entrada a las estancias eran intransitables por el barro. Los radioaficionados en las estancias compartían información constantemente.
En verano se recuperaba el tiempo perdido en los meses de invierno. Se comenzaba en la primavera juntando y moviendo piños de ovejas, el baño de los animales en una solución con Acaroina para eliminar sarna si había, vigilar la parición de corderos, hacer reparaciones en las viviendas, en molinos, alambrados, corrales, tranqueras, galpones, caminos y de suma importancia negociar la venta de la lana, además de trámites administrativos y acopio de la mercadería necesaria en preparación para el próximo invierno.
Para suministrar al personal en las estancias de pequeñas necesidades estaba el “mercachifle”, que era una persona con un camión adaptado que oficiaba de pequeño almacén de ramos generales ambulante y que se ocupaba de visitar las estancias a las que podía tener permiso de acceso. Además tomaba pedidos para traer en su próxima visita. Una compañera de la escuela primaria que, si bien recuerdo, se llamaba Gloria, su papá, el Sr. Amado, era mercachifle.
La familia Payne vivía en una casa en la calle Zapiola. Mr. Payne pasaba mayormente su tiempo en su estancia (Lago Roca) y Mrs. Payne vivía en el pueblo con sus 12 hijos. Los varones: Billy (William), Arturo, Freddy (Federico), Teddy (Eduardo), Cirilo y Robin; las chicas: Lola (Dolores!), Patsy (Patricia), Peggy (Margarita), Nancy (Anita), Elena y Ivy. Mrs. Payne fue una santa mujer, nunca la vi enojada o perder la paciencia con sus hijos o con nosotros los chicos que íbamos de visita.
Tenía su casa bien organizada con las tareas muy bien repartidas entre todos. Entrando a la casa había una galería con una pianola que siempre estaba disponible para tocar con unos rollos de papel que se colocaban en un espacio arriba del teclado, se lo hacía sonar dándole con los pies a unos pedales cerca del piso y mágicamente las teclas se movían solas tocando música. Mi rollo preferido era una cueca que se llamaba “Clavel de Amor”. En el rollo aparecía la letra y cantábamos a los gritos. La casa después la compró el hijo de Walter Roil, fotógrafo pionero de la Patagonia, a quien tuve el gusto de visitar en su casa cuando viajé a Río Gallegos en diciembre 1995 y pude ver la famosa pianola en perfecto estado, que afortunadamente había quedado en la casa cuando fue vendida.
Billy Payne fue uno de los hijos de británicos que viajó a Inglaterra como voluntario cuando comenzó la guerra. Fue prisionero de guerra y quedó para siempre muy traumatizado por todos los maltratos recibidos. Se quedó a vivir en Inglaterra y volvió a Río Gallegos solo una vez de visita.
En esos años una de las formas para llegar al ventisquero Moreno era a caballo, con la ayuda de un baqueano por la estancia Lago Roca, porque no existían caminos de acceso. Siendo Lago Roca parte de Parques Nacionales, finalmente Mr. Payne se mudó y compró otra estancia en Santa Cruz llamada “Manos Pintadas”, donde estaban ubicadas las famosas cuevas, que terminaron siendo también muy visitadas.
En el verano y no muy seguido, estando en la escuela primaria, cuando el tiempo lo permitía y amainaba el viento, salía la clase a lo que llamaban “de paseo a la pampa” que quedaba en ese tiempo muy cerca del colegio número uno. Era un momento muy especial tener la libertad de poder jugar a la mancha en un lugar tan amplio, y ¡cómo lo disfrutábamos! Era tener suerte encontrar unas florcitas silvestres muy chiquititas que llamábamos zapatitos y claveles.
Creo que ya lo mencioné pero lo digo igual, las clases comenzaban el 1° de septiembre y terminaban el 25 de mayo porque las estufas a leña en las aulas no daban suficiente calor para calentar las aulas con tanto frío en invierno. Recuerdo haberme sentido muy orgullosa cuando finalmente pude memorizar las tablas del 7, 9 y 12; las otras me resultaron más fáciles.
Cuando mamá me mandaba al almacén La Favorita (su dueño don José González) a comprar manteca, siempre me decía "que no sea rancia!" (tell them we don't want rancid butter!). Como ningún almacén y, que yo sepa, ninguna casa en el pueblo tenía heladera eléctrica en esos tiempos, la manteca, que venía en enormes bloques cuadrados de 40 cm de lado lo tenían sobre el mostrador y a la vista hasta que se terminara y que llegara más con el próximo pedido por barco, terminaba siendo irremediablemente rancia, muy especialmente en verano. Cuando volvía a casa con manteca rancia, siempre sentía que la culpa terminaba siendo mía y mamá preguntaba "si les había dicho que no fuera rancia!!". (Did you remember to tell them!!)
Recuerdo que el día antes de mi partida a Bs.As., el 7 de febrero 1947, con mis tiernos 17 años, el hijo de don José González (Almacén La Favorita) golpeó en la puerta de la cocina de mi casa y me trajo de regalo, una lata de galletitas Terrabusi. Nadie antes me había hecho tan lindo regalo. Qué lindo sería si pudiera decirle ahora, cuanto aprecié su gesto, mi único regalo de despedida de mi pueblo.
Al leer lo escrito después de haber nadado en el mar de mis recuerdos, noto que quizá no he sido fiel a la cronología y que hay un poco de desorden, lo cual sepan disculpar. Este relato lo he hecho para mi familia y amigos y habiendo transcurrido tanto tiempo tampoco garantizo total exactitud en las fechas. Lo demás es bastante fiel.